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Voluntad + herramientas

Diana Paris

Como todo en la vida, un deseo precisa de alas (voluntad) y técnicas de vuelo (herramientas a conciencia) para poder llevar adelante los procesos adecuados que conduzcan a la meta.


Muchas veces alimentarse, algo tan natural y cotidiano, se transforma en una Odisea cuando las estrategias fallan y la voluntad se quiebra.

Las dietas, los “permitidos”, las culpas si se transgrede lo establecido, el re-aprendizaje respecto de la comida, la decisión de soltar ciertos hábitos e incluir nuevos y saludables, son algunos de los escollos que entorpecen al sujeto a la hora de llevar un plan sustentable sobre su salud alimenticia.

Como ya dijimos en otro artículo, las emociones -esos invisibles ingredientes- se esconden agazapadas entre los nutrientes: los miedos, el vacío existencial, la ansiedad, los prejuicios, el sinsentido vital…


En las consultas de biodecodificación escucho a diario expresiones de los pacientes que, mientras enuncian heridas arcaicas de la infancia, o trastornos hormonales, reflejan síntomas corporales de disgusto con el espejo, la silueta indeseada por sobrepeso o los modos de ocultar “las formas” para no despertar atracciones peligrosas. Una y otra vez regresan los fantasmas que no se gestionaron ayer: la actualización del trauma “habla” idiomas diversos (compulsión por los dulces y las harinas, adicción a las bebidas alcohólicas, gaseosas o alimentos ultraprocesados) y se expresa en la figura.


Es bueno recordar que el sobrepeso habla el lenguaje de la desvalorización, la desprotección y sentimientos de abandono u otras carencias afectivas. En ese universo que parece tan alejado de la cocina está el anclaje para revisar la auto-mirada, el lugar que nos damos, la posición de postergación ante los propios deseos.

Les propongo a mis consultantes “llaves” para tomar conciencia de sus comportamientos. Sabemos que ese instante de “darse cuenta” (el famoso “click”) es una bisagra entre el automático y la responsabilidad.


Comparto algunas “llaves”:


1. R.A.C. Es una estrategia de inteligencia emocional que consiste en tres pasos fundamentales: RECONOCER/ACEPTAR/ CAMBIAR. Reconocer es un aspecto fundamental: poder sincerarse con uno mismo (“¿qué como?, ¿como por hambre o por aburrimiento?”). Aceptar implica hacerse cargo, salir del victimismo (“no puedo hacer otra cosa, me enseñaron así, estoy muy angustiada para dejar de comer chocolate”) y ver la realidad de frente, sin falsos argumentos. Por fin, cuando se alcanzan esas dos primeros pasos, se está en condiciones de iniciar la transformación que trae la actitud de cambio. Soltar consumos inadecuados, reemplazarlos por alimentos saludables, incorporar nuevos hábitos de ejercicio físico, etc…


2. ¿Qué es lo que usted puede hacer? Mucho más de lo que piensa a priori. La falta de tiempo, las viandas compradas de apuro en un carrito callejero, los horarios laborales desencajados del resto de la familia y mil cuestiones más, todas atendibles pero…con argumentos endebles. En cada persona –aún en contextos complicados de horarios y tareas- está la posibilidad de decidir: la cantidad, la calidad y la necesidad de distribuir los alimentos a lo largo de la jornada. También depende de cada quien el entorno de la mesa: ¿con quién como? Este es un factor fundamental. Si ese compañero de oficina o la presencia de determinado miembro del clan le arruinan la digestión aunque coma una ensaladita light, es hora de revisar los comensales que comparten sus almuerzos. Y este asunto se relaciona directamente con el siguiente: ¿dónde como? Pues si el comedor de la empresa o la sala de profesores son espacios de riña, chismes o mala comunicación, ese menú viene con sorpresa… Aprender a evitar los ambientes tóxicos garantiza resultados más saludables a la hora de comer a conciencia. Y, además, lo que se puede hacer es llevar una disciplina suave, pero disciplina al fin: nunca saltearse una comida pues los ayunos se pagan caros…


3. Producción afuera. En arteterapia consideramos que cuando ponemos la producción “afuera” no la estancamos en el propio cuerpo. La experiencia nos dice que trabajar la conflictividad corporal, la imagen, las expectativas de los otros, en las diferentes expresiones ayuda a canalizar las emociones que impulsan a tragar en lugar de construir. El proceso de creación artística (escritura, collage, plástica) reconduce y recrea lo que hay: poder dar forma afuera funciona como un taller de “tallado” adentro. Crear, identificarse, integrarlo al propio mundo hace las veces de gran medicina para el alma.


4. Ponerse a dieta de pensamientos negativos. Estamos en modo-negativo cuando rumiamos esas especulaciones que atormentan: “si no puedo asimilar mi tristeza, la puedo comer”, “si no puedo controlar la ira, la puedo engullir”. Efectivamente, eliminar del menú las malas compañías, los prejuicios, los mandatos, la repetición de patrones familiares tóxicos, las herencias que pesan, los muertos sin duelar, los sentimientos de desvalorización que envenenan, ya garantizan una dieta emocional saludable. Lo demás, es re-aprender a comer de la mano de una buena licenciada en nutrición…


Diana Paris

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