Cada 4 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Obesidad, convocada por la Federación Mundial de la Obesidad y sus países miembros. La campaña anual tiene como cometido apoyar acciones que promuevan estrategias para ayudar a las personas a alcanzar y mantener un peso saludable.
En esta oportunidad quiero realizar una invitación a la reflexión y compartir algunas cifras vinculadas al sobrepeso y la obesidad en nuestro país y en el mundo.
Es un tema que moviliza, por el crecimiento progresivo, quizás porque el abordaje tiene múltiples aristas y es complejo, quizás porque estigmatiza, quizás porque la estrategia actual, en ocasiones, violenta a las personas que buscan ayuda.
La OMS (2021) publicó una nota en la cual menciona: “El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”. En el mismo documento, también se presentan cifras y estimaciones a nivel mundial. “Un IMC elevado es un importante factor de riesgo de enfermedades no transmisibles (enfermedades cardiovasculares, diabetes, trastornos del aparato locomotor (en especial la osteoartritis) y algunos cánceres.”
¿Qué es el IMC?
El índice de masa corporal es un indicador simple de la relación entre el peso y la talla, que se utiliza frecuentemente para identificar el sobrepeso y la obesidad en los adultos. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2). Este indicador no contempla la composición corporal individual de las personas.
¿Cuál es la situación en Uruguay?
Según los datos publicados a partir de la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud (ENDIS, 2018), entre los menores de 4 años de edad, la prevalencia de sobrepeso u obesidad alcanza al 12.3% de los niños.
Al llegar a la etapa escolar, (ANEP, 2019), 4 de cada 10 niños tiene algún grado de sobrepeso u obesidad.
En 2013, de las personas adultas el 64.9% presentaba, sobrepeso u obesidad, entre los que la prevalencia de obesidad específicamente, era del 27.6% (Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de Enfermedades No Transmisibles).
¿Cómo podemos actuar?
Es un tema que comienza en la infancia. En las elecciones que tomamos en cuanto a la alimentación de los niños. En éste sentido, hace falta lograr coherencia en cuanto a la formación de hábitos de alimentación y estilos de vida: en casa, en la escuela, en el liceo, en el trabajo, en la celebración de cumpleaños infantiles.
La industria de los ultraprocesados y el marketing está presente, nos guste o no, he influye en las elecciones que realizamos. La publicidad y la venta de productos de pobre calidad nutricional, apetecibles y a bajo costo, son parte de ese entorno que fomenta el aumento de peso.
El MSP viene desarrollando varias líneas de acción en nuestro país, con acciones que buscan crear entornos más saludables:
Implementación y fiscalización del rotulado frontal de alimentos.
Decreto de eliminación gradual de grasas trans.
Ley 19.140 de alimentación saludable en centros educativos y la estrategia de prevención del sobrepeso y la obesidad en la infancia y la adolescencia: prácticas de alimentación saludable y actividad física en entornos educativos.
Monitoreo de la aplicación del Código Internacional de Comercialización de los Sucedáneos de la Leche Materna.
Desarrollo de protocolos para el abordaje del sobrepeso y la obesidad en el curso de la vida.
Como profesional de la nutrición, como madre y consumidora, me consta que se ha avanzado mucho, sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer.
Sobre la mesa...
Más allá de las cifras y las estimaciones, es imperante reflexionar también respecto a la estigmatización y la presión que suelen recibir las personas para ajustarse a un estereotipo. La incitación a encajar en un determinado patrón dificulta que las niñas, niños y jóvenes construyan una relación sana con su imagen corporal.
En la sociedad occidental la belleza, el éxito y la salud están intrínsecamente ligadas a la delgadez. La "cultura de dietas" junto a los cánones de belleza y “peso saludable”, son una barrera para el desarrollo de una relación saludable con el cuerpo, y con la comida.
Necesitamos preguntarnos: ¿estar delgado es sinónimo de ser o estar san@? ¿Estar “flac@” a cualquier precio es válido? ¿Es realmente la delgadez sinónimo de salud, bienestar, éxito y felicidad?
Si recordamos la definición de la OMS, la misma afirma: “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, implica que la salud de una persona no puede ser evaluada a primera vista, con la presunción de que su tamaño o peso, por sí solo indican algún tipo de enfermedad.
Y nos seguimos preguntando: ¿Habrá realmente alimentos “buenos y malos”, “prohibidos y permitidos”, "sanos o insanos”? ¿Es necesario comer alimentos “light” de por vida? ¿La comida ”fast food” es siempre un pecado?... Autoindagarnos respecto a la relación con la comida.
Abordaje y pesocentrismo
En ocasiones, se hace hincapié en la medición de los parámetros corporales como indicadores del éxito de diversos tratamientos. Los abordajes no pesocentristas enfocan la atención en la persona y no en el número que muestra la balanza, al promover una educación alimentaria y nutricional para la realización de elecciones basadas en la calidad, en la autorregulación y en el empoderamiento.
Es un desafío para los profesionales poder ampliar la mirada reduccionista.
La salud y bienestar de las personas, en todas sus dimensiones, está inmersa en un cambio de paradigma.
Para el abordaje del sobrepeso y la obesidad, no alcanza con realizar cambios alimentarios e indicar moverse más. Necesitamos contemplar otros aspectos, brindando una mirada integral y sacar el foco del peso, como única valoración de “buenos resultados”.
Bettina Indart
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