“¿Cuál es la alimentación esencial del alma? Eso difiere de criatura a criatura, pero he aquí algunas combinaciones que pueden considerarse algo así como una macrobiótica psíquica. Para unos el aire, la noche, la luz del sol, y los árboles son necesidades imprescindibles. Otros solo se pueden saciar con palabras, papel y libros. Para otros el color, la forma, la sombra y la arcilla son necesidades absolutas. Algunos tienen que saltar y correr, sus almas ansían bailar…”
(Mujeres que corren con los lobos, C. Pínkola Estés)
Fue en 1961 cuando su creador, George Ohsawa (1893–1966), filósofo japonés, dio a conocer este planteamiento que conocemos como “Macrobiótica”. Es -por lo tanto- una filosofía bastante cercana en el tiempo, aunque recoge tradiciones milenarias.
Si la dieta Macrobiótica implica autogestión de la salud, ya que está basada en la comprensión de las leyes de la naturaleza aplicadas a la dieta, ¿por qué no elegimos alimentar nuestras emociones de modo macrobiótico? La macrobiótica es puro taoísmo. No hay ni reglas ni prohibiciones. Pone su énfasis en la conciencia, la libertad, la sensibilidad y flexibilidad. Nada puede existir por virtud de una sola fuerza. Como nos enseñó Michio Kushi, quien definía, discípulo de Ohsawa, los tres pasos necesarios en el proceso espiritual que las personas deberían perseguir son: gratitud, armonía y libertad.
Ya lo sabemos, hay comida física y comida espiritual (o mental, o psíquica). Ambas son complementarias y antagónicas a la vez. La comida física la podemos controlar, es yang, más condensada. La comida espiritual es expandida, es yin. Y ambos sentidos se necesitan mutuamente: por la boca comemos “mundos materializados”, y por el sistema emocional los no materializados.
A nivel físico una buena alimentación debería ser saludable y no violenta; a nivel psicológico una buena alimentación de la mente debería estar en un estado de paz; y a nivel del alma la alimentación debería promover un sentimiento de dichosa gratitud.
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Organicemos esta idea en 10 mandamientos tanto para la mesa como para el alma.
Nivel físico:
Saborea la comida, no tragues.
Mastica 20 veces tu bocado.
No bebas nada durante las comidas.
No comas productos vacíos de calidad.
Planifica el horario de tus comidas con regularidad.
No te hartes, detente antes de estar rebalsado.
No comas pesado antes de irte a dormir.
No elijas alimentos ni muy calientes ni muy fríos.
No te dejes atrapar por la falsa sensación de hambre.
Realiza ayuno.
Nivel emocional
Saborea tus emociones positivas, no tragues odio, rencor, malestar.
La masticación transforma las toxinas del impulso en sustancias nutritivas cuando reflexionamos antes de actuar.
Hay fluidos líquidos que arruinan la buena mesa: las lágrimas de la pena, la transpiración del sacrificio, la inundación de recuerdos que nos arrastran como tsunamis.
Todo no vale: que tus vínculos sean ecológicos, agradables, respetuosos, gratificantes, verdaderos y confiables.
Hay un tiempo para cada cosa: si ahora dices que no tienes tiempo para disfrutar, cantar, bailar, saborear…mañana deberás tener tiempo para ocuparte de tu enfermedad…
¿Por qué tolerar, sostener, aguantar, resistir, soportar si sabemos que la realidad no cambia? Saber decir Stop! es saludable.
Por la noche ir cerrando el día con dieta especial: buena lectura, buena música, buena compañía.
Asumir una posición muy vehemente o muy congelada nos tensa, nos coloca en los extremos: el justo medio es practicar una filosofía de calidez que no queme, y de frío que refresque y renueve.
¿Y si en vez de comer tanto dolor viejo y resentimiento te animaras a una dieta de re-nacimiento a las nuevas posibilidades? El plato incluye: cooperación, confianza, amabilidad, empatía, seguridad, autoestima, comunicación, respeto, paz, agilidad mental, energía, creatividad, amorosidad…
Hacer -al menos una vez a la semana- ayuno de emociones tóxicas: miedo, rabia, descalificación, resentimiento, envidia, juicios, chismes, exhibicionismo, quejas…
(Agregue usted a ésta lista los “malos alimentos” de su dieta emocional).
Mandamiento número 10
Si el ayuno nos ayuda a desintoxicar el organismo, planifiquemos un día de ayuno de “pensamientos negativos”.
Así como cuando hacemos ayuno damos descanso y espacio de regeneración de los órganos, si ponemos en la conciencia dejar los estados alterados afuera por un día, veremos cómo se reduce la ansiedad, la angustia y la pre-ocupación que gobierna nuestros ritmos vitales.
Vaciar la cabeza de malos presagios, de miedos repetidos que no aplican en el presente, de angustias arcaicas, de frustraciones anticipadas que funcionan como la profecía autocumplida.
Pongamos en “pausa” la escucha del marketing consumista de productos que intoxican: la falta de libertad personal y la mirada juzgadora a todo lo que nos rodea; la necesidad de “pertenecer” usando la moda impuesta y el último modelo de telefonía celular; el mal uso del tiempo y tolerar el abuso de quienes nos oprimen “por nuestro propio bien”; la pérdida del sujeto en las redes anónimas que nos secuestran la voz verdadera de quien se expresa. Pongamos “¡un basta!” a la despersonalización, el destrato, la injuria, la intromisión en la vida ajena.
No es sencillo. La articulación social impone reglas y allá vamos como “corderitos” funcionales. ¿Y si tomamos bríos para hacerle un lugar al deseo personal y nos respetamos y nos atrevemos a la transformación de las condiciones de nuestra existencia?
La mirada del otro puede ser de incomprensión. Defender la capacidad de decidir cuesta, pero paga. Es un plan dietario que merece incluirse en la vida…¡Empecemos!
La gratitud es el primer paso hacia el cambio saludable. Dar las gracias ilumina zonas que permanecerían apagadas en el circuito neuronal. Solo por eso, aprendamos a ser agradecidos! El segundo paso de alimentación saludable emocional es la armonización entre lo que pensamos, decimos y hacemos.
Y por fin, la vida plena es la libertad. Sin ataduras al sistema. Sin lealtades invisibles a los mayores tóxicos del clan. Sin deudas impagas con los ancestros. Libertad es alimento sagrado que se alcanza cuando trepamos al árbol de la gratitud y la armonía, para realmente Ser, a conciencia.
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